La euforia reinaba aquel 29 de octubre de 2006. Las copas de champagne sonaban en las diferentes mesas del bar Cristóbal de la costanera posadeña. Todo era alegría, no hacía mucho frío, estaba templado. Todos celebraban la derrota de Rovira en su intentona reeleccionista. Desde el ex gobernador Puerta, pasando por el senador Viana, un por entonces opositor dueño del diario El Territorio, dirigentes radicales, gremialistas, etc. Hasta invitados extravagantes, como el licenciado devenido en actor Moisés Ikonicoff y el intendente de Tres de Febrero Hugo Curto, además de un sinnúmero de personajes que festejaban ya bien entrada la madrugada, el fin político de Rovira y la renovación. Tal vez los únicos ausentes, eran el principal factótum del origen de aquella celebración, el cura obispo Joaquín Piña y el principal beneficiario político, el vicegobernador Pablo Poi Tschir.
De todos los presentes, nadie tuvo la grandeza de proponer encontrar un denominador común, un núcleo de ideas básicas que representasen a todos, armar algo verdaderamente poderoso, sin yoísmos, que permitiese ganarle a Rovira en las urnas al año siguiente. Más bien ocurrió todo lo contrario. Esa misma noche, antes de los festejos, empezaron los forcejeos para ver quién anunciaba primero el triunfo ante la prensa nacional congregada en la plaza 9 de julio. Operaciones de todo tipo para adjudicarse la victoria. Esas mezquindades contrastaban con la actitud humilde y serena de monseñor Piña, respaldado por el futuro Papa Jorge Bergoglio. A principios de mayo de 2007, el obispo Piña ya se encontraba reunido con el presidente Kirchner, abogando por el diálogo y el entendimiento entre la Iglesia y el gobierno nacional.
Conclusión: Rovira puso su candidato a gobernador Maurice Closs y el resto, los que festejaban en Cristóbal, cada uno armó su propia carpa. Obviamente el triunfo del candidato oficialista le abrió las puertas a Rovira para seguir gobernando la provincia desde su sillón de presidente de la legislatura. Con número de diputados suficiente para llevar adelante juicios políticos exprés al gobernador, al vice o a cualquier juez, Carlitos se aseguró la suma del poder público en Misiones. Gracias a haber perdido la constituyente, encontró la forma de perpetuarse. Perfeccionó el sistema con la engañifa de los vice que luego son gobernadores, aseguró el financiamiento con las aduanas internas y amarró los votos con la ley de lemas.
Es importante recordar esta lección de la historia para no repetir los errores. La renovación es un proceso político agotado, sin respaldo popular, que solo consiguió el 28% de los votos en las pasadas elecciones. Pero si la dirigencia opositora sigue el camino de la vanidad y el oportunismo emprendido en 2006, habremos desperdiciado otra ocasión histórica para el futuro de Misiones.
«Nota de opinión por Alfredo Schiavoni»
Excelente Alfredo